Ley de aduanas de 1835

La producción de las provincias, como consecuencia a la desprotección decretada por el Virrey Cisneros en 1806, se encontraba estancada y con pocas posibilidades de competir con los productos extranjeros; situación que perduró durante 30 años.

La Liga Federal también conocida como Unión de los Pueblos Libres, fundada y liderada por José Gervasio Artigas, Protector de los Pueblos Libres;  la Liga estaba conformada por las provincias de CórdobaCorrientesEntre Ríos, la Banda Oriental  y Santa Fe.

Hasta 1830 esta Liga no llegó a ningún consenso sobre el establecimiento de protección aduanera para la producción y puso por un lado a Buenos Aires y por otro a las provincias. Sus intereses  se tornaron irreconciliable porque el gobierno de Buenos Aires había prohibido unilateralmente la navegación en los ríos Paraná y Uruguay para el comercio con el exterior, por lo tanto todo el transporte debía tributar en la aduana del Río de la Plata.

Los negocios de Buenos Aires se realizaban principalmente con Gran Bretaña y proteger las actividades de las provincias implicaba un encarecimiento de los bienes o artículos de los saladeros y comerciantes bonaerenses. Por otro lado, Santa Fe proveedora de leña debía competir con el carbón inglés, Mendoza, San Juan, La Rioja y Catamarca con producción de vinos de calidad no podían competir con los precios de vinos extranjeros, así como las provincias productoras de algodón, con disponibilidad de telares, tampoco podían hacer frente a la industria textil británica en auge por la revolución industrial, de trabajo mecanizado y con mano de obra asalariada. Como también los proveedores de carretas, como Mendoza y Tucumán que les resultaba muy caro el transporte hacia el litoral. Por su parte, también los criadores de mulas de Santa Fe y Entre Ríos o los astilleros de Paraguay y Corrientes no pudieron contrarestar con la superioridad productiva y eficiencia  europea y norteamericana.

Buenos Aires también abastecía cueros a la industria británica y compraba productos terminados como zapatos, correas, arreos y otros bienes industrializados con esa materia prima, razón por las actividades artesanales locales entraron en ruina.

Recién con la Ley de Aduana de 1835, que fue promulgada por el Gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas a fines de ese año, se establecían aranceles o impuestos a la importación de bienes, del 35 al 50 % como también la prohibición de algunas mercancías. Asimismo se impusieron aranceles del 25 % para la exportación de cueros y se diseñaron incentivos para el transporte. Ello permitió la producción de bienes, que hasta ese momento eran comprados en el exterior,  principalmente de Inglaterra que producía con nuevas técnicas, a mayor escala y a menores precios debido a la revolución industrial. De esa manera se imponía un sistema proteccionista para la incipiente economía regulada de la Confederación Argentina. Pedro Ferré ya había propuesto este sistema de protección unos años antes, en 1831.

Como consecuencia de la Ley de Aduana de 1835, se instalaron en Buenos Aires fábricas, talleres y comercios que se multiplicaron; en solo 20 años ya estaban en funcionamiento más de 1000 fábricas, 750 talleres y 2000 casas de comercio. La actividad ganadera no retrocedió, al contrarió creció aceleradamente. Y paralelamente se desarrollaron otros centros manufactureros en toda la Confederación.

Córdoba se producía zapatos y tejidos. Las pieles curtidas de cabras se exportaban a Francia. En Tucumán creció con la producción de muebles, también cueros curtidos, tinturas. El tabaco se exportaba a Chile, Bolivia y Perú. La producción de azúcar alcanzaba para abastecer a todo norte y Buenos Aires.

Salta se convirtió en otro centro industrial  especializado en hilados, cueros y suelas, cigarros, vasijas, harinas  y vinos. Catamarca siguió el mismo camino con la producción de algodón, vinos y agua ardiente. Los vinos y aguardientes de Mendoza y San Juan vivieron una época dorada, además de la producción de frutos secos, harinas, jabón e hilados de seda.  Se exportaba a Chile importantes cantidades de ganado en pié, charque, sebo y cueros.

Entre Ríos  y Santa Fe desarrollaron numerosas actividades, la primera además del cuero curtido también se especializó en la producción de postes de madera, leña, cortes para  embarcaciones y ruedas para carretas. Se abastecía al consumo leña y carbón de vegetal a la industria de Buenos Aires. Y en Corrientes creció la producción de maderas para la construcción, tabaco, almidón, naranjas y  se reconstruyeron antiguas carpinterías.

En conclusión, la Ley de Aduana de 1835 permitió la recuperación y el desarrollo de la actividad económica en todo el territorio y en pocos años se logró el autoabastecimiento de la mayoría de los productos que se importaban. La contracara fue el bloqueo al puerto de Buenos Aires de las flotas inglesa y francesa entre 1838 y 1840.

No obstante, no quedó clara la diferencia entre proteccionismo económico y el liberalismo porque en la época de Rosas existió un proteccionismo “sui generis” por se castigaba la exportación de los productos industrialización localmente, pero se permitía la libre exportación de materias primas. El régimen económico liberal hace su aparición después de la derrota de Rosas y la finalización de los conflictos internos y guerras civiles, allá por 1865.  

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