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Opinión

Fiscovit 20, la nueva pandemia fiscal

Jesús Leguiza – 21/may/2019

Como el perro que se quiere morder la cola, el gobierno quiere cobrar más impuestos.

Hay empresas privadas, grandes y pequeñas, que ya no pueden pagar impuestos; y, si el Estado no recauda no puede funcionar.

Además de la pandemia Covit 19, surgió el Fiscovit 20. Los agentes de propagación serán los dipucovit y los senacovit que quieren cobrar nuevos impuestos.

Todavía no se percataron de que ya existen 163 impuestos que gravan la actividad económica, 41 nacionales, 40 provinciales y 82 municipales.

Los impuestos como el IVA, ganancias y las contribuciones a la seguridad social conforman el 75% de la recaudación; si a ellos se agrega el impuesto a los combustibles, al comercio exterior, a los débitos y créditos bancarios como también a los ingresos brutos la recaudación sube al 90%. Los otros 155 impuestos y tasas son solo el 10% restante.

Estos últimos deben ser eliminados porque para lo único que sirven es para trabar la actividad económica y laboral; salvo las tasas por «servicios» efectivamente prestados.

Idea disparatada y disociada de la capacidad de pagar el 50 % de los salarios del país. Solo faltan las expropiaciones directas para el derrape total.

Pero como con los impuestos existentes «no basta», ahora se tratará, en el Congreso, un nuevo proyecto de ley: el impuesto a la riqueza. Son 12.000 los contribuyentes apuntados quienes poseen en BLANCO más de u$ 3.000.000 en sus patrimonios.

No será suficiente !! Se debe analizar, reprogramar y redistribuir el presupuesto del corriente año 2.020, todavía no tratado, para dar prioridad a los gastos extraordinarios del año y tratar de emitir la menor cantidad de dinero posible.

Por si fuera poco, y con más de la mitad del país parado, saltó la idea de que el Estado se cobre los préstamos y aportes salvadores (pagos de salarios) con acciones o participaciones en las empresas, una expropiación indirecta.

Cadena de pagos y eslabones irrecuperables

 Ahora, a más de 60 días de cuarentena la cadena de pagos está realmente rota. Más aún con la incertidumbre de la duración de la pandemia.

Siempre, en épocas de crisis, los representantes de cámaras, asociaciones y demás organizaciones sociales relacionadas con la actividad económica hacen sonar la alarma sobre la «rotura de la cadena de pagos».

Ahora, SÍ está rota y no se recuperará la economía y la sociedad hasta dentro de varios años. No existe real idea sobre la gravedad y el daño causado por la pandemia mundial.

Ya es hora de dejar de entretener a la gente con cuestiones locales y comparaciones internacionales. Mucho menos con las picardías de la política precaria y subdotada, como la deuda externa, la herencia recibida y la idea infantil del Estado presente y benefactor.

No basta con esperar que el Estado pague los sueldos privados, ya que éste no tendrá siquiera para pagar a sus propios empleados, sean de carrera u oportunistas circunstanciales.

Las empresas formales o de hecho, pequeñas, medianas o grandes ya no pueden pagar 3 meses de salarios, aunque algunas se beneficien con «ayudas» del gobierno que, a su vez, querrá, por lo visto, participación accionaria de unas o la propiedad parcial o total de otras. No quedarán activos para «expropiar». Ideas «brillantes» de trasnochados descerebrados que quieren la patria estatista. Vaya novedad !!!

No tienen idea de la dimensión del problema. Es imposible, pagar todos los salarios de la economía y además, si se pudiera, todo será insuficiente. No hay dinero que alcance.

La única realidad es que habrá que comprar/reponer materias primas e insumos, reiniciar o reparar maquinarias y equipos parados, formación de nuevos stocks de capital de trabajo; incluso reconvertirse. Y esto no se arregla con emisión monetaria. El estrago que generará la hiperinflación será peor que cualquiera de los conocidos en la historia de la humanidad.

Nadie ha pensado con seriedad. Empezarán los juicios de toda índole por falta de cobros de empresas proveedoras y trabajadores que son obligaciones monetarias que terminarán en reclamos, demandas, juicios y quiebras generalizadas. Sin considerar las conductas amorales de los típicos ventajeros que lucrarán con la desgracia ajena.

¿Y los políticos ? La dirigencia política continúa vociferando –“de los males que sufrimos mucho hablan los puebleros”– pero disimula sus intereses de clase o personales en sus mismos discursos, y hacen como los teros, que ponen sus huevos en un lugar y gritan en otro agujero. Ya es hora que bajen el tono, usen la imaginación para algo más noble, y empiecen a defender los nidos y los huevos de los que tienen algo para ofrecer en la ingente reconstrucción que habrá que enfrentar.

¿Qué hay que hacer ? Tomar el toro por las astas y empezar a modificar toda la legislación relacionada con los derechos y obligaciones de los ciudadanos: ya sean productores o consumidores, propietarios o trabajadores, públicos o privados.

Se deben suspender los derechos que generan las obligaciones económicas por lo menos hasta tres o más años.

Los que deben dinero son los que tienen compras a crédito, préstamos bancarios, cheques a fecha, pagarés, tarjetas de crédito, alquileres, expensas, cuotas alimentarias y un sin fin de compromisos de pagos; hasta favores de familiares y amigos.

Cómo se saldarán estas deudas y cómo se arreglarán los acreedores, la contraparte de todos los anteriores y que tienen sus propias deudas. Esa es la hoja de ruta que necesitamos para la reconstrucción de la famosa cadena de pagos.

Siglo XXI

Las batallas ideológicas van perdiendo vigencia. El fascismo desapareció en los ’40, el comunismo a fines de los ’80 y el liberalismo desde el comienzo del nuevo siglo.

La infotecnología y la biotecnología están devorando lo que queda del último.

En poco tiempo, miles de millones de seres humanos quedarán sin trabajo y se socavará la libertad y la igualdad bajo las dictaduras robóticas y digitales.

El poder estará en manos de una élite concentrada y en dónde la «explotación marxista» será sustitida por la «irrelevancia» del hombre.

TERRIBLE DESTINO!!!

¿Porqué existe trabajo en negro?

Jesús Leguiza

Se llama economía en negro a la que funciona fuera de las normas fiscales y previsionales. Este término se emplea para culpar a los agentes económicos de «actuar al márgen de la ley y las normas impuestas por el Estado».

Hay que dar las gracias a los empleadores/empresarios, pequeños o grandes, que dan trabajo a la gente, no importa que sea en «negro».

Desde la corporación política y estatista se insiste imponer la idea de que quien da trabajo y no hace los aportes es un delincuente. No es así, el trabajador necesita ingresos para vivir y, al menos durante esta díficil etapa, lo importante es dar trabajo. Por lo tanto, ese empresario es un gran contribuyente a la sociedad. No es necesario que aporte a un Estado insaciable que no deja de gastar mal, comprando caro y/o con actos de corrupción, gracias a los 163 impuestos que gravan las actividades económicas, muchas veces superpuestos y/o distorsivos.

Ahora se pretende cobrar más impuestos a los «ricos» prejuzgando y generalizando que todos hicieron sus riquezas de forma mal habida.

Lo importante es bajar el gasto público, que es la madre y única causa de todos los problemas de inflación y empobrecimiento del país.

Para ser más justos, el gobierno debería reasignar los recursos del presupuesto nacional vigente para ayudar a todos los que, de una u otra forma, crean y dan trabajo.

Dilema global (*)

Jesús Leguiza

Antes de llegar a esta crisis global, la pandemia, la humanidad ya se encontraba con problemas que trascienden al individuo, a las naciones, y hasta la democracia.

Estos problemas son básicamente dos, que no tienen posibilidades de ser resueltos por grupos de individuos, incluso por grupos de naciones. Ellos son, a) el cambio climático; y, b) el avance tecnológico.

Son problemas que superan el miedo de una guerra nuclear y hasta la misma globalización económica, la cual también entró en crisis con el Brexit y con el nacionalismo de Donald Trump.

El cambio climático no puede ser resuelto por una nación o grupo de naciones, por más poderosas que sean. Lo mismo que el avance tecnológico no podrá ser detenido por ninguna de ellas.

Millones de habitantes del planeta se verán afectados por el cambio climático; con solo un leve crecimiento del nivel del mar desaparecerán millones de hectáreas costeras en todo el mundo y los afectados serán pobres y ricos de cualquier raza religión, preferencia ideológica o inclinación política.

Igual ocurrirá con el avance tecnológico, a saber: algoritmos de robots dejarán sin trabajo a millones de individuos y algoritmos biotecnológicos sustituirán el razonamiento de las personas, lo que ya está sucediendo con los celulares inteligentes.

Los gobiernos no podrán hacer absolutamente nada para impedir las consecuencias.

Las naciones-estado, sean monarquías, democracias o regímenes autoritarios no tendrán capacidad alguna para resolver estos dos grandes problemas: el cambio climático y el avance tecnológico.

El miedo a una guerra nuclear está (por ahora) superado porque los líderes de las naciones poderosas saben que existen ojivas nucleares suficientes para destruir varias veces el planeta, de manera que no conviene a nadie. Lo mismo sucede con la globalización económica, las naciones-estado podrán apelar al nacionalismo y cerrar sus fronteras al comercio con resultados variados, algunas desaparecerán y otras sobrevivirán, pero con el cambio climático y el avance tecnológico la sentencia a la desaparición está firmada.

Un poco más difícil de comprender es el efecto del avance tecnológico que está dado por la revolución, ya iniciada, de la infotecnología y la biotecnología.

En este caso, los seres humanos perderán relevancia, ya no tendrán capacidad de tomar decisiones por sí mismos. Y, para que ello ocurra, no pasarán más de tres o cuatro décadas.

Hoy mismo, el problema sanitario que estamos viviendo, y que supera todo lo imaginable, es un buen ejemplo de la incapacidad de controlar un tema de carácter global.

Solo la cooperación de la humanidad toda podrá ayudar a solucionar estos dos problemas y solo logrará hacerlo superando dos limitaciones: las fronteras de las naciones-estado y la ceguera de los políticos que no ven más allá de las próximas elecciones.

(*) Basado en conceptos de Yuval Noah Harari