AMBITO FINANCIERO. 29 de mayo del 2002. Pag. 18
Jesús Leguiza
En momentos muy difíciles como éstos no queda tiempo para buscar culpables, sea un hombre, un grupo de hombres, una ideología predominante o nostálgica, un modelo o un sistema. Si las cosas están mal es seguramente por un conjunto de factores concurrentes, simultáneos y negativos (ineptitud o conspiración?). Las causas provienen del pasado, del presente y también del futuro (expectativas negativas). De lo que no hay duda es que nada se soluciona señalando a unos y a otros (sean personas, políticas, privatizaciones, bancos, capital extranjero, devaluador, pesificador, etc). Todos son (somos) culpables de todo, como ese viejo monólogo de Tato Bores: “Quién es el culpable” ó, como seguramente es en realidad “todos somos culpables de algo”, ya sea por error u omisión.
Solo tiene sentido, para el bien general, la búsqueda de soluciones aunque sean para enfrentar problemas parciales. No hay ninguna duda que la agricultura, en su sentido amplio, ha sido y es un sector que puede dar una mano muy grande al país. Tiene la mayor y más veloz capacidad de reacción. Así lo demostró en la década del noventa en la que respondió perfectamente:
a) a la disminución de aranceles de importación (se adquirió masivamente tecnología, equipos e insumos);
b) a la desregulación económica (el estado no intervino en la formación de los precios);
c) a la eliminación de las retenciones (el estado no se apropió de la renta ajena);
d) al ingreso y libre disponibilidad de las divisas provenientes de las exportaciones,
Con el esfuerzo de los productores y demás agentes económicos, el campo obtuvo, en la campaña 19976/1997, una cosecha record hasta ahora insuperable.
Además de la contribución que realiza la producción de granos, aceites y otros productos pampeanos, todavía existe lugar para que la forestación y la fruticultura den lo suyo. Estos dos subsectores pueden ayudar a ocupar mucha mano de obra en el campo y sobre todo en las provincias que tienen condiciones especiales, prácticamente todas.
El sector forestal creció, tanto en la faz primaria como en la industrial. El Estado ayudó, acompaño y consolidó este proceso mediante dos instrumentos claves: la Ley de Promoción Forestal Nro. 25.080, sancionada a fines de 1998 y la Ley de Derecho Real de Superficie Forestal, sancionada en el 2001. A manera de anécdota recuerdo, una vez, cuando en el Congreso de la Nación me dijeron: “El derecho real de superficie forestal que ustedes quieren implica modificar Código Civil” -Si, efectivamente era eso-. En realidad, era incorporar un derecho real más al Código Civil, algo sencillo, pero que a nadie se le ocurrió en el país desde la época de Vélez Sarfield.”
El Derecho Real de Superficie Forestal, Ley 25.509, es una figura que permite separar el suelo (la tierra) del vuelo (lo implantado sobre la misma). Es importante porque permite la realización de inversiones forestales, sin necesidad de comprar la tierra (que representa el 50 % del costo) y con plena seguridad jurídica para propietario de la implantación, éste solo debe pagar arrendamiento por el uso de la misma. Aunque una propiedad esté hipotecada, el inversor no corre peligro, dado que dispone de una escritura pública que garantiza el derecho real que tiene sobre la forestación.
La incorporación del derecho real de superficie forestal, ha sido una solución parcial para un problema general, pero es quizás más importante que cualquier reforma agraria u otro mecanismo de utilización o “apropiación” de la tierra.
Ahora, el país necesita una mano, dos y muchas más, es momento de crear un nuevo derecho real de superficie, en esta oportunidad se necesita avanzar sobre el derecho real de superficie frutícola.
Desde Jujuy y Misiones, como extremos del norte del país, hasta los valles patagónicos de Santa Cruz y Tierra del Fuego, existe suficiente historia, experiencia, infraestructura, tecnología para un mayor desarrollo de la fruticultura. Los cítricos, peras y manzanas, uvas, frutas finas, nueces, aceitunas, son producciones aptas y con mercados de exportación.
Se puede incorporar miles de hectáreas de tierra al proceso productivo, se puede realizar la reconversión otras miles de hectáreas de cultivos existentes sin necesidad de crear obras de infraestructura nuevas, que cuestan millones de pesos, sin necesidad de realizar reformas agrarias o iniciar otra “Campaña del Desierto”.
Para el “derecho real de superficie frutícola” no se necesita presupuesto, solo la buena voluntad de personas idóneas y legisladores dispuestos a ayudar a sus propias economías locales.
Demos una mano a nuestro país !